Por Elena G. Sevillano. El resultado de las elecciones presidenciales en Francia de este domingo va más allá de una cuestión interna: Alemania y toda Europa se juegan mucho dependiendo del candidato que consiga la victoria. El apoyo de Berlín a Emmanuel Macron es patente: esta semana, el canciller, Olaf Scholz, firmó junto con el primer ministro portugués, Antonio Costa, y el presidente español, Pedro Sánchez, una carta en la que piden el voto para el político liberal, sin nombrarle, para hacer frente a la “extrema derecha” de Marine Le Pen. Los tres líderes socialdemócratas señalan que el Brexit perjudicó a trabajadores, jóvenes y a los más vulnerables, y piden que no se repita el error.
“Una victoria de Le Pen supondría un terremoto para toda la Unión Europea”, asegura Joachim Schild, profesor de la Universidad de Trier especializado en las relaciones entre Alemania y Francia. Berlín aguarda en tensión el resultado de las elecciones. Hay consenso en que la candidata de extrema derecha se convertiría en un factor impredecible en la política europea. Es, además, “una amenaza a décadas de una relación franco-alemana que ha estado en el centro de la construcción europea y que ahora, en tiempos de crisis, es más necesaria que nunca”, añade Schild en conversación telefónica con EL PAÍS.
Le Pen no es solo claramente euroescéptica; también se ha dedicado a fomentar el resentimiento antialemán en Francia. En 2019, cuando ambos países renovaron su histórica alianza en Aquisgrán, acusó a Macron de “vender a Francia por piezas” y de querer compartir su puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU e incluso sus armas nucleares. Llegó a llamarle traidor por supuestamente poner bajo tutela alemana la región fronteriza de Alsacia. Nada