Uno de los momentos más divertidos de la visita de Alberto Núñez Feijóo a la casa de Bertín Osborne fue cuando el presentador le preguntó al presidente del PP por quién votó en 1982, “si lo puedes decir”. Feijóo dijo que sí, que no tiene ningún problema. Votó a Felipe González. Bertín sonríe sorprendido y acto seguido le enseña un vídeo de González (”sé que te has enterado de que Alberto me votó en el 82″). “Lo llamé hace unos días para pedirle el vídeo”, dijo Bertín. Creo que en cine a esto se llama un fallo de raccord, la técnica que asegura la coherencia de una historia. Es un error. Lo que no es un error es que en Galicia estemos aburridos de saber que Feijóo votó al PSOE en 1982 (y en 1986), y se presente el programa con ese titular que replicaron los medios como si fuera una novedad. Se llama centralismo: hasta que las cosas no se dicen en Madrid, no existen. ¿Se imaginan un programa vendiendo como impactante una declaración de Felipe González contando que su nombre en la clandestinidad era Isidoro?
El paso de Feijóo por la casa de Bertín Osborne era obligado; uno no puede llegar a Madrid a dirigir el PP y no pasar a saludar a Bertín, que empezó el programa como se preveía: con el chascarrillo del gallego y la escalera, que si el gallego va o viene, y a mitad del programa le puso un pulpo á feira para comer y no le tiró una gaita a la cabeza de milagro. Pulpo, además, un animal tan inteligente que daba muchísima impresión ver cómo se lo comía Bertín. Feijóo se esforzó en dos asuntos, uno que domina muy bien y es emocionante (sus orígenes aldeanos, su infancia y esa abuela, viuda con ocho hijos, levantando una familia con una tienda en el bajo de la casa, el colegio de León, el frío y la soledad allí de niño) y otro,