A Koeman se le acaban las palabras y, por supuesto, hasta los argumentos. Cada encuentro contra un rival grande supone una bofetada de impotencia. Una sonora bofetada que mina la credibilidad emocional de un Barça que no tiene autoridad en su juego. «Sí, entiendo la frustración. Sí, la entiendo», admitió el técnico con un tono de voz apagado, lejos de la energía que exhibía al inicio del curso. Esquivó recurrir al famoso «es lo que hay», convencido de que podrá revertir la situación que cada vez se le va envenenando más y más. «Hicimos méritos para tener otro resultado», afirmó.
Pero los méritos no cuentan en el marcador. Y menos cuando el Barça es caritativo de tal manera que le da vida al Madrid. «Teníamos una ocasión muy clara para