A los cinco años Sandor Martin se subió por primera vez al ring del gimnasio de su padre, el KO Verdún. Y a esa edad vio que no había ningún combate que no se pudiera ganar. El día de Navidad descubrió que no había regalos, solo carbón.
«¿No te ha traído regalos? -le preguntó su padre-. Tranquilo que esto lo arregló». Cogió el teléfono y llamó a Papá Noel para recriminárselo.
«Me quedo sin regalos de por vida», pensó Sandor, acojonado. «Pero a la mañana siguiente la casa estaba llena de regalos». Desde entonces no ha habido ningún combate que no se haya atrevido a librar.