Los espíritus más tiernos y condescendientes han querido ver en la intervención de Felipe González en el Congreso del PSOE en Valencia una reprobación en toda regla del ‘sanchismo’. Y lo dicen porque reivindicó el régimen de 1978, la vigencia de la Monarquía parlamentaria, animó al líder a que estimule la libertad en el partido para que cualquiera pueda expresar opiniones críticas y no banales, e incluso porque, siendo contrario al llamado neoliberalismo, defendió la necesidad de promover un sistema económico eficiente, que rinda beneficios, y que no incurra de nuevo en los pésimos registros que han sido indefectiblemente consunstanciales al socialismo cada vez que ha gobernado, por ejemplo bajo su égida.