«Tenía unos ojos verdes preciosos y una sonrisa infalible que jamás flaqueó, a pesar de toda su frustración». Así es como Josep Maria Anguera, educador de la Fundació Arrels, recuerda a Vicente Herrera, un hombre cubano que malvivió durante años en las calles de Barcelona. Murió solo el pasado diciembre en un hospital y ahora descansa en una lápida sin nombre, como las otras 68 personas sin hogar que fallecieron el último año en Barcelona. Este miércoles, la fundación Arrels ha querido recordar sus nombres, y sus historias, colocando pares de zapatos frente a la catedral de Barcelona, como si fueran las lápidas que jamás podrán tener. «Es importante que la gente sepa que esto pasa en la Barcelona del siglo XXI», insiste Anguera.
Vicente